Todos sabemos el serio problema que supone andar a oscuras por cualquier sitio, debería estar prohibido, es una amenaza para la salud pública. Podemos encontrarnos diferentes situaciones y, obviamente, lugares donde encontrar un problema con la dichosa luz apagada.
Primeramente, ¿por qué hablar de esto?, no tengo ni la más mínima idea, hay quien habla de fútbol, de moda, de cine, de famosos… pues yo me he dicho: “ya que estamos, vamos a hablar de luces apagadas…” si total, después de ver la gran originalidad y calidad en el mundo, sin nombrar la capacidad, claro está, por ejemplo de los programas de TV, salvo excepciones, y la gran aceptación que tienen (nótese que la primera frase era totalmente irónica), ya me atrevo a escribir cualquier cosa. No nos subamos por la ramas, que el árbol es viejo y cascan, bueno, eso y que entre otras cosas son las dos de la mañana…
Bien, uno de los grandes problemas de andar a oscuras es, básicamente, que no ves. No tiene más vueltas, es decir, tu apagas la luz, y… no ves. Claro que tiene sus consecuencias eso de no ver, pero el efecto de una luz apagada es ese (luego está la excepción de quien se siente sobrenatural y finge que ve… después vienen las narices rotas y le echan la culpa a la pared… pobre, como si se moviese).
Uno de los principales efectos, llamémoslos secundarios de esta situación son los golpes con la maldita pata de la cama, es curioso, porque tienes un gran espacio para moverte que pertenece a todo lo que es debajo de la cama, y una pequeña parte ocupada por las patas, y sí, eres tan sumamente gafe de toparte con ella… cosas de la vida supongo, y espero, porque si realmente hay alguien que controla esas cosas, da que pensar de cómo puede existir una mente tan maléfica como para mandarte al desdedamiento (no sé si esa palabra sale por algún lado pero yo la pongo, si total nadie se va a enterar ¿no?).
No sólo este tipo de desgracias a oscuras ocurren en casa, qué va… siempre existe el maldito prado al que los vecinos llevan a pasear a los perros… que comerán gloria pero… resumiendo, que tú vas tan feliz paseando de noche, contemplando el bonito cielo despejado (no creo que seas tan masoca de r a pasear de noche cuando caen chuzos de punta ¿verdad?) y sus constelaciones, que sinceramente nunca he conseguido identificar… y plof, miras hacia abajo y te das cuenta que estás sobre una pastelada de perro… ¿qué haces, te cagas en el dueño, en el perro o te consuelas con la típica paranoia de que da suerte?.
El problema es que los zapatos caros (o bueno, la imitación tan parecida que te compraste en los chinos) tiene una pedazo de cagada en la suela, y ahí es cuando piensas “la he cagado”, mal pensado, fue el perro, pero caso aparte… vuelves a casa con el regalito ahí pegado y de paso vas dejando el rastro por toda la escalera, y cómo no, el olorcillo en el ascensor, eso no puede faltar…
Creo que podría seguir extendiéndome más sobre este apasionante tema pero, sinceramente, es viernes, y como dijo mi sabio ídolo Ángel Martín, “los viernes solo trabajan los gilipollas” así que, esto ya pasa de hobby. Ahí os quedáis.
Sara Maceira Gutiérrez.
ARG.
No hay comentarios:
Publicar un comentario