Creo que todo el mundo es consciente de la tremenda evolución que ha sufrido la Sociedad desde que fue creada y aceptada por los seres humanos, algo tan evidente no se puede negar por mucho gusto que le tengas a lo de antes.
Todo, absolutamente todo lo material que tenemos a nuestro alrededor ha cambiado: coches que no contaminan, ordenadores ultramodernos con una capacidad de procesamiento impresionante, cámaras que son capaces de captar hasta el más mínimo detalle en una fotografía, aleaciones de materiales que tienen unas propiedades perfectas, altavoces potentes, cristales intraspasables, televisiones gigantes que ocupan casi una pared entera... incluso casas inteligentes que solo con hablarlas te obedecen. Éstos son sólo unos pocos ejemplos de lo que hemos desarrollado en unos años.
Éste tipo de cosas, sin duda alguna, es lo que más ha cambiado en nuestras vidas gracias a diversos avances tecnológicos (incluso parte de estos inventos después se utilizan en personas y así mejorar su calidad de vida, como por ejemplo, fabricar corazones artificiales y sustituirselo por el suyo.), pero las personas también hemos cambiado. Los padres a nuestra edad antes permitían menos cosas que ahora, hay más libertad a la hora de expresar ciertas cosas como la orientación sexual de cada persona... en fin, bastantes cosas que a mi parecer, y en cierto modo, están relacionados con todos estos avances aunque no de manera directa.
Pero a lo que realmente iba, era a decir que sí es cierto que las personas hemos cambiado, pero hay cosas que no lo han hecho, ni creo que lo hagan nunca: los sentimientos hacia otras personas, y no solo me refiero al amor, sino a la amistad, al odio, al rencor, a todo en general.
Sara Maceira Gutiérrez.
ARG.